viernes, 18 de noviembre de 2011

Retazos para educar sin barreras


La Educación es un poliedro de mil caras. Cuando miras por una de ellas, se reflejan visiones mágicas que se transforman con el simple gesto de mover la mano que lo soporta, apenas un poquito, un espacio aparentemente imperceptible en el que, sin embargo, se produce el hecho singular de la TRANSFORMACIÓN.


En esta ocasión os proponemos una pequeña recopilación de textos, muy recomendables, para la reflexión sobre desarrollo y humanismo. A ver qué os sugiere, cómo interpela a los educadores, cómo sugieren ideas que nos ayuden a mirarnos a nosotros mismos y a todos aquellos que esperan una respuesta en nuestra mirada, nuestros actos y nuestro corazón.


EDUCACIÓN, INSTRUCCIÓN Y CRIANZA.

            “Educación es una palabra ambigua que se presta a infinidad de equívocos. Se alude con ella a asuntos tan diversos como la crianza, la instrucción, el aprendizaje o el sometimiento a cualquier disciplina, añadiendo siempre cierto matiz intencional o intervencionista. Creo que el significado etimológico de la palabra  “educar”, igual a “conducir hacia”, es  el más sincero. Como que alguien debe encauzarnos y dirigirnos por determinado itinerario para que lleguemos a la meta que se hubiera previsto para nosotros. Aunque con ello puedan desorientarse las inclinaciones naturales que bullen en los niños.

            En la relación que se da entre educador y educando, la meta y el camino los traza la estructura enseñante. Por eso, la educación siempre tuvo que ver más con la ideología y la política institucional, que con las necesidades de los chiquillos, y por eso siempre se ha insistido tanto en la conveniencia de educar y tan poco en la necesidad de que todos los niños reciban la mejor crianza.

            La crianza es algo muy diferente y anterior a la educación; está entroncada en el  instinto de procreación y de conservación de la especie. Cuando nace, cualquier criatura recibe de su madre, familia, entorno, las primeras atenciones, que van a marcar decisivamente  el interior de la persona  que luego llegue a ser. Una buena crianza es lo quede verdad nos dispone para la vida, lo que habilita para que después se puedan llegar a elegir las propias metas, trazar  el recorrido más conveniente y hacer uso de los datos e instrumentos disponibles. Seguramente por la dedicación que exige, sin compensaciones inmediatas, la crianza todavía conserva en el lenguaje popular un halo como de algo biológico y natural, como de algo que no haya sido objeto de excesivos intereses. La buena crianza apunta al crecimiento, sociabilidad, desarrollo y madurez, que son condiciones de valor universal.

            Los que cuentan con recursos y saben usarlos, siempre han procurado la mejor crianza para sus retoños, lo cual es muy loable. Lástima que casi nunca hayan puesto semejante empeño en procurar para los demás las condiciones que hagan posibles esos mismos cuidados, que son la mejor garantía de alguna igualdad de oportunidades; aún sabiendo que cuando la crianza resulta carencial o inconveniente, acarreará infinidad de dificultades.

            Instrucción, es el bagaje de datos  e instrumentos que convendría añadir a  la crianza. Datos e instrumentos que pueden ser útiles, pero no necesariamente. Partiendo de una crianza carencial, la educación e instrucción, en vez de servir de ayuda, suelen convertirse en un fardo insufrible. Por eso es tan injusta la obligatoriedad de la educación, porque finge ignorar que las cualidades que se hayan logrado o malogrado en la crianza, son determinantes para el éxito o fracaso en todo lo que va a seguir después.

            Aunque educación, instrucción y crianza sean de naturaleza tan diferente, mucha gente las confunde. …”.       


PARA LLEGAR A  SER PERSONA.

            “Seguramente todos hemos oído más de una vez aquello tan antiguo de que “el ser humano es sociable por naturaleza”, pero alguna gente imagina que nacemos sociables como nacemos rubios o morenos. Aristóteles dejó escrito que “el hombre es por naturaleza animal social”   (Pol.I,1), pero distinguía muy bien entre el serlo de hecho (acto) y la posibilidad de llegarlo a ser (potencia).
            Los niños, desde antes de nacer, tienen posibilidad   o potencialidad de llegar a ser personas sociables, si alguien o las circunstancias no se lo impiden, pero para lograrlo han de experimentar un largo y complejo proceso de relaciones personalizadotas y aprendizajes de socialización.
            Dejándose llevar por el ternurismo, puede olvidarse que el niño cuando nace es un manojo de impulsos; y que si nos limitamos a  engordarlo, crece como un enorme manojo de pulsiones difíciles de reprimir. Cuando Freud llama al niño “perverso polimorfo”, no lo hace por afán de sorprender, sino porque en ese manojillo de pulsiones que nace, están contenidas potencialmente todas las formas de perversidad, como están potencialmente las conductas más admirables. De la relación con los adultos depende el que se desarrolle lo uno o lo otro.
            Incluso para llegara ser simplemente humano, se han de recorrer sinuosas veredas de humanización. Allí está el caso de los “niños asilvestrados”, niños que por circunstancias inhabituales fueron criados en convivencia  exclusiva con animales, de tal modo que sus instintos, emociones, movimientos y posturas, afectos, vínculos, deseos y temores, se conformaron de manera animal. Niños lobo como el de Hesse o el de Wetteravia, niños oso como el de Lituania o la de Karpfen, la niña cerda de Salzburgo, niños babuino, pantera, gacela, mona (el último caso conocido, aparecido en Teherán en 1961). Hasta 56 casos han sido estudiados.
Lo que habitualmente ocurre es que los niños desde que nacen y durante la crianza son trabajados conforme a pautas humanas. Nuestros afectos enseñan y suscitan en ellos afectos humanos, se vinculan a nosotros en la forma y medida en que nosotros nos vinculamos a ellos; llegan a ser sociables y a tener unas necesidades y no otras, unos motivos y no otros, unas costumbres, deseos, criterios, valores y no otros, en la medida en que los que los han ido observando en nosotros y compartiendo con nosotros.
            Aunque todo esto sea cuestión sabida, conviene recordarlo, porque de la deshumanización y del deterioro de la sociabilidad cabe decir exactamente lo mismo y en idéntico  sentido que de los procesos de sociabilización.
            Sólo se llega a ser verdaderamente humano por la influencia de las personas entre las que se crece y de las que se aprende, cuando ellas mismas tienen calidades humanas que aportar. Sólo las personas pueden personeizarnos; sólo ellas pueden lograr que la convivencia nos implique, consolide y cualifique. Por eso es tan importante cuando unos niños crecen en un medio muy empobrecido en calidades humanas, que procuremos enriquecerlo como por ósmosis, por intercambio, sin coacción ni violencia, y compartiéndolo cada uno desde su propia identidad y realidad….”


            “…El aire nos es muy importante porque nos sirve para respirar. El que seamos aire para alguien, para que respire, no depende tanto del tiempo que le dediquemos ni dentro de qué programa lo hagamos, cuanto de lo significativos que le seamos. No es el status de maestro ni la cantidad de tiempo dedicado lo que cobra importancia, sino el que de verdad ayudemos en algo esencial. Por eso es tan esencial saber escuchar y compartir los latidos de sus vidas.”

Enrique Martínez Reguera “Pedagogía para mal educados”. 1999. Ediciones del Quilombo.



PERFECCCIONADOR DEL MUNDO

“…Experimentar la presencia. Un niño debe haber sentido la propia presencia como una aportación positiva, sentir que él aumenta el gozo de vivir en los demás. Yo, el niño, el bajito, el analfabeto, consuelo a un adulto, le doy fuerza. ¡Asombroso! Mi manita deslizada en la suya le hace sentirse realmente bien. Difícil de creer…”

“…La presencia de cada niño en la guardería debe encontrar reconocimiento expreso y, para ello, debe establecerse una costumbre diaria. Por encima de cualquier rendimiento, por encima de todo buen comportamiento, primero se debe invocar y aprobar la presencia del niño, su presencia.           
….Cada niño debería haberse sentido alguna vez como perfeccionador involuntario del mundo.”

Del libro de Donata Elschenbroich “Todo lo que hay que saber a los siete años”. 2010. Ediciones Destino.




“….Otra lección de la historia es que la infancia evoluciona. La presión por dar a nuestros hijos lo mejor de todo y convertirles en los mejores en todo es fuerte, pero no irresistible. Nadie nos apunta con una pistola en la cabeza  ni nos obliga a criar a la próxima generación con un celo neurótico. Está en nuestro poder cambiar, relajarnos.

¿Por dónde empezamos? El primer paso consiste en aceptar que los niños tienen una determinada cantidad de aptitudes e intereses y que hay muchos caminos hacia la condición adulta. La vida no se acaba por no entrar en Oxford o Harvard. No todo el mundo es seleccionado para trabajar en Wall Street, ni lo quiere todo el mundo. Por definición sólo un puñado de niños será verdaderamente excepcional de mayor en algún campo. Si vamos a reinventar la infancia de un modo que sea bueno para los niños y para los adultos, hemos de aprender a tolerar la diversidad, la duda, las asperezas ocasionales, incluso el conflicto. Tenemos que valorar a los niños por lo que son y no por lo que queremos que sean.
            El péndulo empieza a oscilar en sentido contrario. A raíz de un conjunto de pruebas e investigaciones científicas cada vez mayor, escuelas, profesores, comunidades y familias de todas partes encuentran maneras de tratar a los niños como personas y no como proyectos, y resulta que estos crecen más felices, sanos y capaces de dejar su impronta en el mundo.”

Del libro de Carl Honoré “Bajo presión”. 2008. Ediciones RBA

                                                                                                                      
 

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